Saludos, comandantes!
Tras un parón de un par de días por causas de fuerza mayor regreso a la redacción del cuartel general de Dice at War para seguir dando guerra.
El pasado jueves nuestro grupo de roleros empedernidos terminó sus andanzas y desventuras en la mazmorra bajo las ruinas de una antigua torre erigida por una hechicera elfa y su compañero, un guerrero humano. El inicio de toda esta descabellada gesta de D&D lo podéis leer aquí.
Pues bien, la pasada noche nos encontrábamos en la antesala de nuestro último encuentro. En esta ocasión una cámara bastante amplia con un techo abovedado igualmente amplio se abría ante nosotros. Varios montones de pequeños cráneos salpicaban la sala. Cada montón lo formaban cráneos pintados extrañamente del mismo color, unos de azul, otros de negro, de dorado, de rojo, de verde... Y en el centro de la extraña cámara había un enorme caldero de aproximadamente cinco pies de altura y unos diez de diámetro con ese misterioso icor negro burbujeando en su interior. En cada una de las cuatro esquinas de la sala rectangular una siniestra estatua parecía observar a nuestros fatigados y sorprendidos aventureros. La única salida parecía hallarse tras una enorme y pesada puerta de doble hoja alojada en la pared oeste. ¿Qué misterios y desafíos nos aguardaban en aquel lugar?
Tras un primer vistazo nuestro compañero drow, del que algunos empezábamos a desconfiar, arrojó un cráneo azul al interior del caldero. De repente, una mole recubierta de sustancia negra necrótica emergió del caldero, profiriendo un tremendo alarido que, sin embargo, no emitió sonido alguno. Nuestro mago y nuestro brujo tiflin constataron que no se trataba de un área mágica de silencio, ya que ambos podían ejecutar sus conjuros pronunciando las órdenes arcanas pertinentes. La bestia se lanzó contra nosotros mientras tratábamos de descubrir el modo de abrir la puerta. Finn el halfling decidió arrojar un cráneo dorado al caldero, viendo con sorpresa cómo el icor de su interior mermaba. Parecía que si dábamos con la correcta combinación podríamos conseguir que aquella sustancia se evaporara, cosa que por otro lado no parecía ser del agrado de la bestia que nos amenazaba.
Poco a poco, error tras error, conseguimos que las puertas se abrieran el tiempo suficiente como para que el drow y el halfling saltaran al otro lado. Mientras, de las estatuas de los rincones de la sala comenzaron a surgir borbotones de sustancia necrótica que fueron inundando la cámara del caldero, donde un violento combate tenía lugar.
El drow y el halfling descubrieron una sala donde un nigromante de aspecto alocado corría de un lado para otro entre dos sarcófagos tratando de dar con la fórmula para abrirlos. La puerta de doble hoja se cerraba tras ellos. Sin lugar a dudas aquel ser debía tratarse del líder de aquel culto que había estado intentando causar el terror en la región. Sin dudarlo, los dos aventureros se deslizaron sigilosamente por unas estrechas y oscuras escaleras que daban acceso a sendas balaustradas desde donde se dominaba toda la estancia, incluida la tarima de piedra sobre la que se hallaba el nigromante. En la sala inferior bajo la posición del nigromante había una serie de humanos de aspecto moribundo y dos individuos con enormes mazos custodiando las escaleras que llevaban hasta su líder. Una vez en las balaustradas, el drow y el halfling eliminaron a los centinelas esqueletos que las vigilaban y comenzaron el ataque contra el nigromante. Por una vez parecía que los dioses les sonreían.
Mientras, en la sala del caldero la bestia se hacía cada vez más grande y poderosa, castigando al grupo de aventureros. El bardo yacía inconsciente junto al caldero mientras el resto del grupo conseguía abrir la puerta de nuevo. Cuándo ésta estaba a punto de cerrarse por segunda vez el clérigo trató de bloquearla sin éxito cayendo presa de la fuerza de sus resortes quedando tendido en el suelo. La bestia se lanzó contra la puerta, golpeándola violentamente. Todo el grupo a excepción del bardo se hallaba en la cámara del nigromante. Dunstan, el enano, se debatía entre lanzarse al rescate del bardo caído o centrarse en ayudar a sus amigos en el combate contra el nigromante. Sin embargo, parecía que el halfling y el drow se apañaban bastante bien.
Sin embargo, de lo que no se percataron fue del embrujo que un cráneo dorado oculto en uno de los sarcófagos estaba ejerciendo sobre el drow, tratando de controlar sus actos. El nigromante, en un desesperado intento por coaccionar al drow y hallar el cráneo dorado, dio la espalda al pícaro halfling, cometiendo un gran error. Finn se abalanzó sobre él apuñalándolo. Ya pocas fuerzas le restaban al oscuro taumaturgo.
Al final, tras un duro combate en la sala de los sarcúfagos, los aventureros consiguieron neutralizar al nigromante y a sus esbirros, logrando así hacerse con el cráneo dorado. Aquel objeto era de un gran valor para aquellos seres y, por algún motivo que los aventureros desconocían, presentían que volverían a por él con renovadas fuerzas. Debían ponerlo a salvo y debían saber más acerca de dicho artefacto. Así pues, tras un breve descanso, pusieron sus pasos en camino de vuelta a Fallcrest, donde esperaban obtener alguna respuesta.
La aventura había llegado a su fin... ¿o acaso era sólo el principio?
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